El libro tiene la tapa dura, de un dudoso verde botella. Debe ser una traducción muy vieja. Se lo regalaron a mi mamá hará unos veinte años. En la tapa aparecen delineadas las figuras de un hombre que señala el camino a unos niños. En la parte de arriba se lee El camino de la vida, F. Vigdorova. Lo leí con doce años, entonces me reí, me emocioné y lloré con él tanto, que a las pocas semanas lo volví a leer. Y volví a reír, emocionarme y llorar. Fue mi libro predilecto durante un par de años. Cuenta la vida de Semyon Karabanov, un joven pedagogo al que nombran director de un reformatorio en Leningrado. Nada novedoso, claro (aunque tal vez lo haya sido cuando se publicó, en 1953; y de seguro lo era para la poca lectura que había acumulado a esa edad). Una casa con pequeños delincuentes y huérfanos donde gobierna la anarquía, y llega el joven Semyon a darle orden y sentido a la vida de los pequeños. Al final, también como se espera, Semyon es trasladado. A pesar de las lágrimas y las ganas de quedarse, ya había cumplido con su deber.
Seguidor de los pasos del maestro Anton Semyonovich Makarenko, en su niñez y adolescencia había sido delincuente, pero gracias a Makarenko fue a la colonia Gorki, donde lo educaron y formaron para ser un educador. De ahí la pasión que le pone a su trabajo. De ahí, que quiera enseñar a chicos con problemas, a pesar de que pierde, ya casi al final de la historia, a su hijo pequeño a mano de uno de estos chicos.
A pesar de que Semyon se permite quejarse del sistema educativo, el libro se cuida de dejar la impresión de que todo funciona bien en el modelo soviético. Tanto, que en esa época quise conocer Leningrado. Y hasta creí, sin haber leído a Marx, que simpatizaba con el socialismo, comencé a escuchar a Silvio Rodríguez y a Pablo Milanés, a encontrar sentido en las canciones de Alí Primera. A pensar que en el mundo había mucha desigualdad e injusticia, y -error de errores- a creer que en Cuba sí se vivía con verdadera libertad… Esas puerilidades no sobrevivieron más allá de mis 20 años, o en todo caso, menos de los que sentencia aquella frase atribuida a Churchill, que dice que «el que a los treinta años no ha sido comunista no tiene corazón, y el que después de los treinta sigue siendo comunista no tiene cabeza».
Hoy cae en mis manos otro libro sobre la Unión Soviética. También de un autor ruso. Y también con un título que podría insinuar similar contenido moral a El camino de la vida; se llama: El compromiso, de Serguey Dovlátov. Este no es de mi mamá, sino que nos lo obsequió, traido desde Barcelona, nuestro buen amigo Subal, de la Segona Periferia. Dovlátov era un periodista soviético, que murió alcohólico, tratando de respirar en el pesado ambiente de la hipócrita moral soviética, donde una nota periodística puede ser censurada por una palabra o su autor presionado para que siempre haga quedar bien al partido, al cual tiene que estar adscrito para poder ejercer. Noticias armadas por editores de diarios sobre vacas que rompen records; la espera a que nazca el ciudadano número 400.000 de una ciudad, que debe ser presentable, no puede ser un bebé enfermo, ni negro, ni judío… una página con poemas escritos para niños censurada por su supuesto tinte político, entre otras, son las historias que componen El compromiso de Dovlátov. Un libro con el que también provoca reir, o llorar. Pero amargamente. Más en estos días de sentencias judiciales a humoristas. Días en los que una carta (se podría decir que hasta tierna) dedicada a la hija del presidente, es motivo para censurar un diario e imponer una multa injusta y desmedida.
Cuando comencé a escribir este post no estaba en mis planes terminarlo de esta manera, quería decir que el mundo está madurando y que historias como la de Dovlátov no tienen cabida en estos tiempos digitales. Parece que no es así, y que el autor de este libro, que se ha convertido en uno de mis predilectos, está más vigente en Venezuela de lo que yo creí. ¿Será que pasados unos años tendremos un Dovlátov venezolano? ¿Será que la historia nos condena a repetirla una y otra vez sin dejarnos una enseñanza? ¿Será posible que, a pesar de los testimonios de horror, todavía haya en el mundo quien esté leyendo a Venezuela como El camino de la vida y no como El compromiso?
Querida amiga, qué ilusión me hace que hallas encontrado lso exactos paralelismos que quería presentaros con este libro. Dovlatov fue un espíritu libre, ácrata, que se vió atrapado por el totalitarismo y el pensamiento único soviético. Frente a ello, el alcohol y la literatura. Un humor desencantado. Literatura prohibida y silenciada en su país. Pero ahora Dovlatov en Rusia casi es un autor de culto, querido. Tenenmos un amigo que vuelve a Caracas; Barcelona, dice, ha sido para él una novia altiva que no le ha dado oportunidades, y vuelve a brazos de la «malquerida». Trataré de hurgar por las librerías, porque en España se han editado dos títulos más de Dovlátov; La maleta y Los nuestros, pero están desde hace mucho tiempo agotados. Si los encuentro antes de que parta mi amigo, os los envio por «valija». Si los encuentro demasiado tarde, os los enviaré de algún modo u otro. No te pierdas Los nuestros, para mí, el mejor de los Dovlatovs.
Con el sentido del humor amargo que encontré en Venezuela en muchos casos, estoy seguro de que pronto serás tú quién me envíe algún libro que haga llorar y reír, que disuelva la ideologia en un vaso de wisky (o ron) y que retrate la realidad casi sin querer, devastando nuestro corazón, tal y como hace Dovlatov.
Un fuerte abrazo a tí y a H.
Querido Subal: mientras más leo a Dovlátov más les agradezco el gesto de traérnoslo desde Barcelona. Ojalá y puedas hacernos llegar los otros, si no, ya habrá oportunidad. Por ahora estoy convencida de que sí, de que las crónicas del totalitarismo venezolano están por escribirse y ojalá que su autor no tenga que morir alcoholico y fuera de su patria para que los demás nos demos cuenta de lo valioso de su obra.
Besos a ti y a M.
Hola Lennis, la verdad que al lado del camino esa cancion preciosa de Fito me parece increible, escuchaste tumbas de la gloria?? que te parece? perdon por no hablar especificamente del post pero se ve que a los dos nos gusta la poesia, te recomiendo la poesia completa de Hugo Mujica tambien, una ultma cosa, la verdad que sos preciosa, y ademas inteligente, creo que es demasiado :).
Ay, Alberto! Gracias por las flores :-).
Claro que he escuchado Tumbas de la gloria. De hecho, el disco «El amor después del amor» me parece precioso completo, todas las canciones. Más bien podría decir que todo lo que he escuchado de Fito, que si bien no es toda su producción tampoco es poquito, me encanta.
No conozco la poesía de Hugo Mujica, pero ya que me la recomiendas, buscaré a ver qué consigo.
Gracias por la visita y por el comentario.