Había estado cerrado durante dos días y por eso no me extrañó encontrarlo abarrotado de gente. Era sábado y sólo iba por unas cuantas cosas para una comida que prepararía el domingo. La cola para la caja de artículos en mano era larguísima. Mandé un mensaje al celular de Héctor: «El infierno sí existe. Tiene…