Había estado cerrado durante dos días y por eso no me extrañó encontrarlo abarrotado de gente. Era sábado y sólo iba por unas cuantas cosas para una comida que prepararía el domingo. La cola para la caja de artículos en mano era larguísima. Mandé un mensaje al celular de Héctor: «El infierno sí existe. Tiene aspecto de automercado en Caracas».
Hay palabras tan pesadas que siempre podrán demostrarnos lo frívolo de cualquier aseveración. Es decir: cuando se suelta la palabra infierno nunca se sabe lo que se desencadena.
Instalada en la larga cola, comencé a percatarme de lo pesado del ambiente. La chica que estaba un par de personas detrás de mí empezó a quejarse en voz alta de una que estaba unas seis personas delante, por la cantidad de artículos que tenía. Diez artículos por persona, reza un letrero en la caja. Más adelante estaba un hombre joven con una viejita como de ochenta años que, como cualquier niño cansado, insistía en irse. De pronto se escucharon gritos cerca de la entrada. Segundos antes nos puso en alerta una agria discusión entre uno de lo carniceros y un cliente molesto, porque el carnicero decidió olvidar la numeración para despachar primero a un amigo, cómo dejar esperando al compadre con el que todos los sábados se toma las frías, no faltaba más, pase usted primero compadre y nos vemos más tarde. Desde mi alejada ubicación en la cola no veía lo que pasaba en la puerta, sólo escuchaba gritos. Vi a la gente cercana a las cajas retroceder nerviosa y escuché que caían productos al suelo. Pensé en una predecible riña colectiva, y como los gritos que predominaban eran de mujeres, supuse que alguna vecina de cola se habría cansado de las indirectas. No es la primera vez que lo veo y como espectáculo es realmente patético. Como las chicas que se golpeaban con saña de púgiles mientas rodaban por el suelo, en las puertas del Intituto Técnológico Universitario donde estudiaban, hará cosa de unas dos semanas. Entonces vi que se acercaba corriendo un grupo de personas, con caras de espanto.
-¡Cuidado! -grito alguno-. Tienen ametralladoras.
-¿¡Ah!? Qué pasa? -bastó esta frase para sacarme de la escena de las peleas callejeras.
-Parece que es un asalto -dijo una señora que pasó por mi lado en carrera.
-¿Qué pasa? -vuelvo a preguntar. Esta vez al vecino de la abuelita, que la había dejado allí parada para ir a ver qué pasaba y ya estaba de vuelta.
-Parece que se metieron unos hombres armados y entró la Guardia (Nacional) a sacarlos -dijo mientras agarraba a su viejita y buscaba por donde huir.
Pensé en hacer lo mismo mientras los gritos se incrementaban. Caras aterradas pasaban sin saber a dónde ir. No me había percatado de que habían tantos niños el automercado. Tomo el celular para llamar a la casa, y cuelgo apenas marco el número. Héctor está con los niños, no puedo preocuparlo.
Miro a todas partes, aún no me he movido de mi puesto en la inexistente cola. Alguien hace señas para que nos echemos al suelo. Veo que es imposible salir. Es de la entrada que vienen los gritos. Hacia el fondo está la carnicería y solamente saltando el mostrador encontraría refugio allí. Sólo me queda ocultarme tras una columna. Junto a los productos Kellogs. Hay una caja puesta allí detras y me siento al tiempo que alcanzo a ver al guardia venir en dirección nuestra, apuntando con su ametralladora y haciendo señas a otros para que lo siguieran. Varias mujeres vieron mi escondite como seguro y corrieron hasta allá con sus niños. El guardia se acercaba. Está por este pasillo, lo oímos gritar. Estaba rodeada de niños que lloraban y que no querían soltar a sus madres que, practicamente, los obligaban a meterse dentro de la estantería. Entonces, por la otra entrada del pasillo, vimos aparecer a otro guardia con una nueve milimetros en la mano, apuntando a todo lo que se moviera. Los niños, sus madres y yo. Arrinconados, agachados y aterrados también fuimos su blanco por un momento. No está en este pasillo, dijo el guardia 2. Retirada al tiempo que gritaba otro: Aquí! Un disparo. Silencio, roto sólo por el llanto de los niños.
Nos quedamos inmóviles hasta que vino alguien, el padre de uno de mis compañeros de refugio. Nos dijo que ya se habían ido. Agarraron al atracador que, después de robar a alguien en la acera, corrió a esconderse dentro del automercado. Hubo sólo un disparo, sin heridos. Para fortuna de todos. Salimos, todavía con miedo. O, mejor dicho, ahora es que sentía un peso uniforme en todo el cuerpo. Me alejé del mercado arrastrando las piernas. Luego del miedo, vino la rabia. Y las preguntas. ¿Por qué la Guardia Nacional, con todo y ametralladoras, tiene que estar persiguiendo atracadores? ¿Dónde estaba la policía metropolitana? Antes de entrar al automercado vi a dos de ellos, vestidos de civil, adelantando el tráfico por la acera en sendas motos.
Llegando a casa revisé el celular, buscando conectarme con la seguridad de mi mundo. Había un mensaje de Héctor. Recordé que había llegado en medio de la tensión vivida, y había olvidado leerlo. «¿Y que hace un ángel dentro del infierno?», decía. Sonreí mientras pensaba que así, con una sonrisa conviviendo con cada susto, se vive la vida en Caracas.
Lennis, no sé? cómo iniciar este comentario. Es inverosimil que cada vez se esta peor en Venezuela, pero peor aún, es que haya gente que diga que las cosas van bien -realmente detestable- que por estar bien tú -ese tipo de gente- hundas a los otros en la miseria. He oído que cada vez escasea más los alimentos -el caudillo dice- que es porque la gente tiene más dinero y compra más -de mentiras- se alimenta la farsa, es la única manera.
Menos mal que saliste ilesa de aquello, pero no se trata de esto, el tema debería ser que los ciudadanos de pie, puedan ir dónde lo deseen y no correr este tipo de riesgos.
Un abrazo
realmente inquietante lo q cuentas en tu post.lo peor,es q lo cuentas como si fuera algo relativamente normal.
respecto a la imagen q venden por aquí de venezuela, es de un país rico (creo q es el máximo productor de petróleo desde hace poco?) q está en manos de un tipo gracioso q no hace más q tocar las narices a bush.es como si fuera uno de los pocos líderes mundiales capaz de enfrentarse al poder norteamericano.
a mi personalmente,me da un poco de miedo el señor hugo.me da la impresión q no se va a querer marchar del poder ni por las malas.
un abrazo.cuidaros.
Toda esa violencia y esa degradación de las normas de convivencia son una muestra de la descomposición social que vive Venezuela, que se manifestó en lo mucho que caló la apología del resentimiento que utilizó Chávez para llegar al poder. Y esa violencia, lejos de detenerse, se incrementa, porque el mismo poder la estimula. Cuando un gobierno es incapaz de dialogar, y todo lo impone con la descalificación, el insulto y la amenaza, es decir, cuando gobierna con lo más bajo de su condición humana, se genera una onda expansiva que reproduce esas conductas en la sociedad: El país de los arrechos, del medalaganismo, del que se impone por la fuerza. Es curioso, aunque comprensible, que Chávez sea visto afuera como un tipo gracioso. Le es útil a la poderosa y dogmática izquierda que ve en él al buen salvaje que nos merecemos por estos lares. Ah, claro, y que sea la piedra en el zapato de Bush. Pero en nuestro continente el problema no es tan sencillo. Es decir, el problema no es sólo Bush. Es la corrupción, la ineficiencia, el clientelismo político, la profunda pobreza, que es más grave en lo espiritual y lo intelectual… en fin, que con mucho dinero y una izquierda anquilosada en sus frustraciones, es fácil ver a Chávez como el héroe, mientras que el asunto de los derechos humanos de los venezolanos pasa a segundo plano. ¿No han visto acaso los europeos con mucha simpatía a la dictadura más antigua de la tierra? ¿Les ha importado al mundo culto que va a Congresos educacionales y culturales en Cuba los presos políticos y los sometidos por el último régimen represivo que existe en América (sin contar los nacientes, claro)? Después de Chávez estaremos en la prehistoria. Los que lo cuenten. Mientras, nos alegramos cada día de llegar a casa a salvo.
Y tu intución no te engaña, Manolito. Chávez cada día trabaja para perpetuarse en el poder. Saludos a todos.
que triste , lo sientooooo
Mientras el diablo le hace el marketing al infierno, el cielo refugia a sus ángeles en un mensaje de celular.
Mierda Lennis, que duro.
Un episodio de guerra en el país del crecimiento económico, la luz de América, el país donde todo está normal, salvo por alguno que otro comentario molesto de los malditos escuálidos traidores, esos que inventan historias inverosímiles y luego las difunden sin pensar el daño que le hacen a los ciudadanos de esta patria grande que tiene la responsabilidad histórica de construir al nuevo hombre.
Que nos dure la suerte.
Estimada Lennis,
Cuánta tristeza da leer y escuchar cada vez con más frecuencia relatos como el tuyo. Pero así estamos, caminando hacia el oscurantismo que creímos superado. Venezuela será cada día más un pobre país, lastimado por la falta de educación, por los odios, por el dinero facil, por los delirios de un caudillo como Chávez. Zapata lo retrató perfectamente bien cuando dijo «democrática la delincuencia, que a cada venezolano le da lo suyo». Lo triste es que en eventos como esos siempre te roban algo que no se compra: te roban la tranquilidad, la posibilidad de caminar distraìdo, la calma mientras se conduce en el tráfico maldito, en fin, te roban la paz por la que uno se levanta a trabajar todos los días. Yo no quiero vivir así. ¿Me tendré que ir?
Saludos
Uff! Quedé agobiada!
Tienes razón al hacerte todas esas preguntas.