¡Mami mira! escucho cada tres segundos y miro su dedito estirarse, señalando los carros que pasan por la avenida. Uno de sus asombros más comunes. Su mirada quiere abarcarlo todo desde sus ochenta y tantos centímetros. Caminar a su paso viendo todo lo que quiere que yo mire, todo lo que yo no quisiera ver, suele ser doloroso. Sus manos se alargan hasta la mesa de un buhonero y donde yo veo sólo basura colorida, el ve maravillas. Voltea, y ahora es un perro negro lo que le atrae, cuando pasamos por su lado aplaude y quiere tocarlo. ¡Mira mami! repite insistentemente cada cuatro pasos. Quiere que vea las colas dentro de un banco, el gato rayado que se asoma en una jardinera, los mototaxistas en una esquina. De pronto se para, mira hacia el suelo y se niega a avanzar.
-¡Mira mami, mira!
-Sí, bebé -digo sin mirar- vamos, que es tarde.
-¡Noo! ¡No, mamá, mira! -adivino una perreta en el ambiente.
-¿Quéee? -mi paciencia (esa cosa inexplicable que algún día agradecerá) tiene un limite.
-Mira -ahora baja la voz hasta hacer que sea dulce- Mira, agua, piso.
Entonces suspiro y lo veo. Es un círculo perfecto en la acera.
Quisiera sentir la euforia que siente mi pequeño explorador al descubrir ese minúsculo lago. Y por un momento, sólo por un momento, llego a ver belleza. Entonces alguien me pide permiso con voz molesta, descortés. Me devuelve a la avenida, al ruido, a la falta de pudor de un buhonero que come con las manos, a la vista de todos, en plena acera.
Ahora soy yo la quiere llorar y armar escándalo. Miro la enorme sonrisa en la cara de mi acompañante y siento un dolorcito que no termino de definir. Descubro, con pesar, que por estas calles sólo se puede ser contemplativo y aventurero cuando nada más se tienen dos años en la vida. De resto es imposible. No ves más que charquitos de agua sucia.
nota: las fotos las tomé luego. Son dos lagos en una misma acera en Los dos caminos. Tal vez estoy aprendiendo a ver belleza donde antes veía deterioro.
Lennis, puedes decir que son las fotos de la superficie de Ganímedes y yo, por lo menos, me lo creo. Es que los niños nos modifican la mirada y nos ponen a fotografiar planetas desconocidos en la acera de enfrente. Ah, y mil gracias por el post anterior. Un abrazo
Celebro que tu pequeño tenga ya dos años, toda una escuela para ti, aprender cada cosa cada día y siempre alguna tarea pendiente por hacer.
El ver la belleza donde es difícil encontrarla es todo un arte. Arte que ayuda mucho a levantar el corazón y ser feliz.
Un saludo Lennis.
Gustavo: Qué alegría tenerte por aquí! A propósito de lo que dices, recordé un pequeño primo (tendría él entonces un año), al que tuve cuidar hace mucho tiempo. A cuanto bombillo o luz veía, le llamaba «Luna». Me encantaba escucharlo decirme en las tardes «Prende la luna, nana» o «apaga esa luna» y si veía muchas luces decía «Mira! Lunas!» Por mí, que siempre me pongan a ver lagos, planetas o lunas, donde sólo está lo cotidiano.
Por lo del post anterior, gracias a ti por hacerle llegar a Héctor ese ejemplar de Ciudad imaginaria, así yo pude leerlo. Ha sido todo un gusto.
Abrazos.
Antonio: La mirada inocente de mis pequeños, me produce muy gratos momentos. Necesarios en tiempos en que se vive una situación tan difícil, tan llena de vulgaridad en venezuela. Sin duda, ellos me ayudan a a ponerle magia al asunto.
Un abrazo.
es algo por lo q todos tendríamos q pasar.es alucinante cuando estás con un niño y empieza a descubrir tantas cosas..es increíble la lógica aplastante q tienen.
beso.
La nostalgia es el intento de recuperar la posibilidad de encontrar belleza en lo que ya no la tiene.
Me ha encantado el post y que al final hayas encontrado un minuto para tomar las fotos y descubrirnos que, efectivamente, valía la pena detenerse a mirar.
Sí, manolito. El saber qué piensan los niños, y como aplican sus razonamientos a los que los rodea es algo que siempre me ha despertado curiosidad. Por cierto, tengo una pequeña Mafalda. 😉 Sobre la que he escrito algo en este blog.
Un beso.
Linus: Qué bueno que te haya gustado. Ni te imaginas las cosas que me he puesto a ver. Buscando siempre belleza en lo que me rodea, en las calles que recorro una y otra vez. De pronto un día me animo y le hago fotografías a esos mínimos detalles que veo a diario cuando camino por la ciudad.
Besos.
L, ayer me quedé pegado en un especial sobre la próxima pelea de De La Hoya con Mayweather (por un asunto de contrastes estéticos). De La Hoya, en su mansión en Puerto Rico, contaba que había nacido en el lado malo de Los Angeles, pero que cuando se es niño lo único que uno quiere es jugar. Todo lo que se ve es belleza.
Las fotos están finas. De pasada parecen tomadas desde un avión que cruza el altiplano.
Que cosa fabulosa es la mente de un niño. Me hizo recordar una frase de Cortázar (ese eterno niño) que dijo: “A mí no me bastaba con que me dijeran que eso era una mesa, o que la palabra «madre» era la palabra «madre» y ahí se acaba todo. Al contrario, en el objeto mesa y en la palabra madre empezaba para mi un itinerario misterioso que a veces llegaba a franquear y en el que a veces me estrellaba“. Saludos
Qué hermosa la inocencia de un niño!! es algo que perdemos con el pasar de los años… pero si somos lo suficientemente sabios, podremos retomar!! y con ejemplos como este, quien no se anima?
Un beso Lennis!! que lindo este post!!
Katyca!!