Hace algún tiempo que los lunes encierran el tormento más grande del mundo.
Quizás exagero un poco.
Bueno, está bien, exagero mucho (suelo hacerlo, lo sé), pero lo cierto es que los lunes me han estado pareciendo una cosa más bien fastidiosa. Me parece que tienen encima la carga de una responsabilidad indeseada. Pararse temprano, meterse en el metro que suele estar ese día particularmente atestado de gente -y lento, muy lento- para llevar niños al colegio, ir a la oficina, estar a tiempo en cada compromiso… Perder la tranquilidad y el ritmo de reggae que dan días como el sábado o el domingo es algo que no me agrada.
Pero como la memoria se encarga de ser ese odioso espejo en que se miran nuestras contradicciones, puedo recordar también que hace algún tiempo, los días que me generaban esa terrible sensación no eran los lunes, sino los domingos. Quizás porque los lunes me devolvían a lo que me gustaba hacer, lo que sentía era la vida en su mejor definición. Y con el amor, ese que retomaba puntualmente cada lunes y del que me despedía los sábados a las 8 de la noche. Ese mismo del que me despedía, tiempo después, los domingos a las 5 de la tarde, para retomarnos apenas el viernes siguiente y estar juntos hasta el domingo de nuevo. Creo que ahí está la pista del por qué el odio que le tenía al fulano día, y que me llevó incluso a aprenderme y recitar hasta el dolor este texto de Orlando Araujo, que aparece en el libro Crónicas de caña y muerte:
Este domingo de final preciso
con matrimonio de final cansado
es un día de paso aletargado
con quien la muerte me mandó preaviso
Sin pecado, sin Dios, sin paraíso
con su puñal de lunes al costado
el domingo es un día jorobado
y pequeño burgués y manumiso
Día para mirar la tristeza
cuando sale a comer pasta italiana
cuando va al cine y hasta cuando besa
Yo quiero un sábado de luz tirana
vivir mi vida en una sola pieza
y morirme un domingo en la mañana.
Lo gracioso, o curioso, es que buscando este soneto para copiarlo aquí (afortunadamente lo había echado en el olvido desde hace mucho) encontré en la página contigua un texto que no recordaba, seguramente porque entonces me parecían los lunes, como ya dije, el comienzo de la vida. Pero ahora lo descubro (me permito verlo) y lo copio sólo por divertimento (bueno, más o menos) se llama ¡Qué comienzo de semana!
Lunes sin sol, sin pulso, sin amante
comienzas la semana en letra muerta
con un remordimiento por delante
y la conciencia del pecado abierta
Lunes más triste que un papel secante
Lunes de corazón y fruta yerta
Lunes sin zapatero que te aguante
Lunes ¡tu novia es una cama tuerta!
Yo salto sobre ti, sobre tus partes
pero te meo las horas mientras salto
buscando noche hasta llegar al martes
Y es en tu noche, lunes, mi venganza
porque alguien que cuelga de muy alto
baja a mi corazón y allí descansa.
Pero después de leer estos textos me pregunto ¿En serio detesto los lunes? ¿De verdad cada día tiene una característica especial? Por puro ejercicio voy a buscarle una a cada uno (¿Qué, que estoy sin oficio? Para nada, las obsesiones son así). Empezar por el lunes cuando ya he hablado tan mal de él me parece un poco deshonesto, así que hablemos del martes. Ciertamente lo martes tienen el encanto de que te hacen sentir que ya estás dentro de la semana, «Son los días de romper el hielo», sintetiza Daniel Pratt, quien además tiene una campaña de Feliz Martes en twitter y facebook de la que soy seguidora. Los miércoles siempre han sido conocidos como los grandes atravesados, pero puestos a ver es bueno eso de estar justo en medio, tan lejos del lunes como cerca del viernes. Y en los jueves, en los jueves hay una brisita suave, placentera, de que ya a va a llegar el fin de la semana y los días de descanso. «Ya mañana es viernes», solemos decir ante cualquier síntoma de cansancio. Y los viernes, ¡ah, los viernes! esa maravilla de saber que al día siguiente apenas será sábado y que todavía queda completico todo un fin de semana. Sin duda los viernes son especiales y esto es una certeza ancestral. El sábado tiene la ventaja de que uno está descansadito y todas las cosas que hacemos ese día llevan la pausa del que sabe que tiene tiempo. Los domingos… Sin llegar a sentir lo que sentía antes, puedo decir que el domingo va perdiendo, a medida que transcurre, la placidez que tiene en la mañana. Entonces se puede decir como Araujo que el domingo lleva su puñal de lunes al costado.
O como dijo Ángel Alayón hace unos días en twitter «El domingo en la noche es el tiempo en el que sabes si realmente te gusta lo que haces durante el resto de la semana.»
Y vuelvo al lunes, para decir que más allá del día, lo que realmente atormenta es la circunstancia. Ortega y Gasset lo definió mejor con menos palabras. No se trata del lunes sino de lo que representa. No es igual durante las vacaciones o durante un viaje, que tener que llegar puntual a la oficina, al colegio o a una cita médica. Creo que entonces voy a utilizar este post para anunciar formalmente el fin de mi campaña contra ese día. Después de todo, está grabado en mi recuerdo como mi ADN en mis células, que uno de los mejores días de mi vida, ese que volviera a vivir con gusto si pudiese escoger alguno a la hora en que las parcas me reclamen, fue un lunes.
No se puede ser tan ingrato.
…yo hasta tengo mi propio refrán: «Mas bueno(a) que un Lunes Libre»
Salud
Jajajajajaja! Ese refrán está buenísimo. Y aunque ya prometí que no me metería más con los lunes, lo tendré a la mano por si acaso.
Saludos
En donde vivo, la semana comienza el domingo, así que se me han traspapelado las sábados, los viernes y hasta los lunes. Toda la semana se me ha vuelto un ocho y por más que quiera me cuesta ir a trabajar los domingos y que el lunes sea como un martes! No me cuesta nada, eso sí, que el fin de semana sea viernes y sábado con su consabido jueves-viernes-chiquito. Si hago una cita un domingo con otra persona que hable español, tengo que decir el nombre del día en el idioma local para que quede claro, no vaya a ser cosa que me salga lunes, cuando en realidad quería decir domingo.
Todo este palabrerío sólo para decir que bello post y por eso me uno a tu campaña a favor de los lunes, que para mí son los domingos! Jajaja!
Un abrazo!
Liliana
malditos lunes..aunque en mi desesperación casi odio más el domingo de tarde.
jajajajaa.
buenísimo el post lennis.
el lunes si tiene algo bueno,es cuando despiertas y piensas..a la mierda!.ya queda menos para el viernes.
un beso.
Llegué algo tarde a este post, pero no deja de ser válido el poema de Araujo, que era lo que buscaba. Y ahora entiendo cómo es que lo recuerdas tan fácilmente – el poema – , nada más que oir su nombre – el de Araujo -. Me gusta tu blog, gracias por compartir.
Gracias por el comentario, Arístides! Que bueno que hayas encontrado lo que buscabas en mi, casi abandonado, blog.
Saludos!