Queremos tanto a Glenda estaba en un rincón de la biblioteca y realmente pasaba desapercibido porque no pertenecía a ninguna de las grandes colecciones que había en la casa, parecía estar allí por descuido. El encuentro fue definitivo. A este le siguió Las armas secretas y en él Las cartas de mamá y El perseguidor; luego llegó El final del juego, con La continuidad de los parques, Los venenos (especialmente Los venenos), Sobremesa, Relato con fondo de agua, Después del almuerzo y La noche boca arriba. Un volumen de la Biblioteca Básica Salvat que se llama La isla a medio día y otros relatos trajo a La señorita Cora, La autopista del sur, Casa tomada y Las puertas del cielo; en una recopilación de Alianza Editorial tengo La caricia más profunda y Lejana; Prosa del observatorio, editada por Lumen, trae además una muestra de sus fotografías, y por supuesto, la ineludible Rayuela; también tengo el defenestrado Libro de manuel (escondido en alguna parte). Nada más, estos son todos los que tengo. A todos vuelvo alguna que otra vez, sólo por gusto pues ya no intento desesperadamente que lo que escribo se parezca a eso. Vuelvo porque siempre disfruto alguna frase olvidada, alguna escena desaparecida de mi memoria, algún magistral giro. «Cortázar es un explorador de regiones no cartografiadas y de mares no sondeados» dice Jaime Alazraki. Por eso no podía limitarme a mencionar uno sólo. Cortázar no es un libro, es una tierra a la que vuelvo de vez en cuando como regreso cada noche a esos historias que yo también me cuento.
«Le pareció que dulcemente una de las dos lloraba. Debía ser ella porque sintió mojadas las mejillas, y el pómulo mismo doliéndole como si tuviera allí un golpe. También el cuello, y de pronto los hombros, agobiados por fatigas incontables. Al abrir los ojos (tal vez gritaba ya) vio que se habían separado. Ahora sí gritó. De frío, porque la nieve le estaba entrando por los zapatos rotos, porque yéndose camino de la plaza iba Alina Reyes lindísima en su sastre gris, el pelo un poco suelto contra el viento, sin dar vuelta la cara y yéndose.»
Del cuento Lejana
Post post:
Como para darle un giro cortazariano a este post, años después de escribirlo, una tarde de trabajo en la librería, un amable desconocido con el que conversaba me regaló un ejemplar de Queremos tanto a Glenda. Sí, la misma edición de Oveja negra / Nuevo tiempo que leí cuando tenía unos trece años en la casa materna.
Apreciada Lennis, realmente Cortázar es más que un libro y no te cito porque te quedó muy bien tu reflexión. Me hiciste
tomar nuevamente Rayuela entre las manos, de la cual rememoro esta joya:
«Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano en tu cara, y por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja»
Tengo un libro de relatos de Cortázar en casa, y de los que has mencionado, recuerdo uno especialmente, «Casa tomada», que a mí personalmente me encantó, y que creo que era el que daba comienzo al libro. Todavía tengo que leer «Rayuela», una asignatura pendiente.
En fin, un saludo desde España. Si quieres pudes pasarte y dejar algún comentario por mi blog: http://lavariaciondelasestaciones.blogspot.com/
rayuela lo he leído varias veces..es brutal.
parte de mi vida.y digo parte de mi vida pq lo es.
libro de manuel,lo tengo en los siguientes.cualquier día.
mala leche tenía .verdad?
besos.
Una hermosa forma de describir al inmensísimo Cronopio, Lennis.
Me encanta que pongas énfasis en Los Venenos. Creo que es ese extraño tipo de cuento difícil de escribir, pues todo está soportado sobre sutiles y definitivos episodios de cotidianidad, nostalgia y emoción, como tantas cosas importantes de la pena de la vida. No conozco un relato puberal mejor logrado que ese.
Un abrazo.
J.L.: Ciertamente memorable ese pasaje de la Rayuela. Creo que es el más conocido y el que más me gusta de este libro. Sobre todo la parte que dice:
Alberto: Gracias por la visita. El tratamiento psicológico de La casa tomada hace que este relato sea realmente intenso e inolvidable. Por tu blog ya me asomé. Te seguiré visitando.
Manolito: La Rayuela es parte de la vida de mucha gente. Una obra maestra sin duda, y el Libro de Manuel, pues a mí me gustó. Lástima las connotaciones políticas de por medio.
Un beso
Rcoll: Cuánto gusto leer lo que dices de Los venenos. Creo que es uno de los cuentos menos conocidos de Cortázar, pero yo lo disfruto muchísimo cada vez quie lo leo. Ese incipiente triángulo que apenas se vislumbra… Ese maravilloso personaje que es el narrador protagonista… En fin, qué alegría la coincidencia.
Besos