Chávez estuvo en Chile y ya todo el mundo sabe lo que pasó. Después estuvo en Arabia Saudita y Francia. Antes de Chile estuvo en Portugal y seguro se me olvida algún país. La lista de la comitiva presidencial que lo acompañó a Arabia ha estado circulando por correo electrónico. Me tomé el trabajo de contarlas: 224 personas en total (incluidos sus hijas y nietos). ¿Cuánto le costará al país semejante exabrupto? No sé por qué, pero me ha dado por recordar de nuevo El Emperador de Kapuscinski. No es que esté comparando a Cávez con Haile Selassie. Es sólo que no sé por qué, de verdad, pero me ha dado por recordarlo. Aquí otro fragmento:
T.:
¡Cuán maravillosa es la vida internacional! Basta con recordar nuestras visitas: los aeropuertos, las bienvenidas, la lluvia de flores, los abrazos efusivos, las orquestas, cada momento pulido por el protocolo y, más tarde los lujosos coches oficiales, las recepciones, los brindis escritos y traducidos, la gala y su brillo resplandeciente, los elogios, las conversaciones confidenciales, los temas mundanos, la etiqueta, el esplendor, los regalos, las grandes suites y, finalmente, el cansancio, sí, el cansancio lógico tras un día de tanto ajetreo, pero cuán magnífico y relajante, cuán refinado y honroso, cuán distinguido y digno, cuan… eso es, ¡cuán internacional! Y al día siguiente las visitas turísticas, las caricias a los niños, las ceremonias de recepción de regalos, la fiebre, el programa, la tensión, sí, pero agradable y de gran trascendencia, la tensión que libera por un momento de los problemas de palacio, que aleja las preocupaciones imperiales, que permite olvidar las peticiones, las camarillas, las conspiraciones, aunque el Benévolo Señor, siempre tan fastuosamente recibido por sus anfitriones e iluminado por los destellos de los flashes, nunca dejase de preguntar por telegramas portadores de noticias del imperio; en relación con los presupuestos, con el ejército, con los estudiantes. Incluso yo pude saborear aquellos espendores mundanos, yo, que dentro del séquito ocupaba uno de los diez lugares de la sexta fila, de octavo rango y de noveno nivel. Ten presente, amigo mío, que Nuestro Monarca mostraba una especial predilección por los viajes al extranjero. (….) Y se entragaba a aquel peregrinar con tanto ardor que algunos periodistas maliciosos de la prensa extranjera lo llamaban embajador volante de su propio gobierno y se preguntaban cuándo pensaba visitar ¡su propio imperio! Creo que este es el momento oportuno, amigo mío, para que juntos lancemos nuestros reproches a la falta de rigor e, incluso, a la mala fe de aquellos periódicos extranjeros que, en lugar de guiarse por la comprensión y el deseo de confraternización, no dudan en utilizar métodos infames entrometiéndose en asuntos internos, práctica a la que se dedican con especial deleite.
(….)
Sin embargo, ahora, cuando Su Noble Majestad ya ha exhalado su último suspiro en este abandono tan impropio, puedo confesar que yo me hice mi propia composición de lugar acerca del porqué de la predileción del Emperador por viajes y visitas. Nuestro Señor sabía ver más hondo y su mirada iba más lejos que la de ninguno de nosotros. Y viendo así las cosas, comprendió que algo estaba tocando su fin y que él era demasiado viejo para parar el alud que se le venía encima. Cada vez más viejo e impotente. Cansado, agotado. Necesitaba una liberación, un alivio. Y esas visitas suyas le brindaban el ansiado descanso; le permitían airearse, tomar aliento. Por algún tiempo podía dejar de leer denuncias, de oír el estruendo de las manifestaciones y los disparos de la policía; por algún tiempo podía dejar de ver la cara de los tiralevitas y los aduladores. No tenía la obligación, aunque no fuese más que por un miserable día, no tenía la obligación, digo, de solucionar lo insolucionable, de curar lo incurable o de arreglar lo que no tenía arreglo. (….)
Así que su Suprema Majestad prefería desplazarse al extranjero porque allí, tras pronunciar discursos, mediar en conflictos, recomendar desarrollo, encaminar a los presidentes hermanos por la senda del bien y expresar sus inquietudes y preocupación por el destino de la humanidad, por una parte se distanciaba de los molestos y fatigoso problemas de su propio país y, por otra, ganaba una bendita compensación en forma de esplendor sublime y de los elogios llenos de buenos deseos de otros gobiernos y otras cortes. Y es que no debemos olvidarnos ni por un instante de que Nuestro Señor, a pensar de los sinsabores propios de una vida tan larga, nunca -ni en los momentos más difíciles de prueba y desaliento- cejó en su lucha, y, a pesar de la fatiga y de la necesidad de alguna compensación, en ningun momento se la pasó por la cabeza la idea de abandonar el trono; todo lo contrario: a medida que aumentaban las adversidades y crecía la oposición, más atención dispensaba a la hora militar-policíaca, en el curso de la cual fortalecía la durabilidad del Imperio y el orden imprescindible.
P.D.: Si alguien quiere puedo enviarle el correo con la lista.
Lennis, me suena tan parecido, no sé, me suena me suena… Saludos….
imparable el señor..y eso q pasó justo por encima de la zarzuela en madrid a ver si le saludaban.
ojalá el próximo domingo se meta un batacazo.
igual es capaz de anularlas.
un beso lennis.
Llenamos la avenida Bolivar
a votar el domingo
NO A LA REFORMA
J.L.: Qué triste que tengamos que vernos en ese espejo. Me parece mentira que Venezuela se parezca tanto a esa Etiopía de los años sesenta o setenta.
Un beso.
Manolito: Por acá tenemos bastante ánimos por la concentración de ayer jueves, pero lo que dices es muy cierto y por eso hay que estar alertas.
Un beso para ti.
Carlos Eduardo: La llenamos! y sin autobuses, aunque digan lo contrario. Yo estuve allí. Este domingo es crucial para los venezolanos. A dar un NO rotundo.
Un beso.